25 abril 2008
Cables transoceánicos
Desde la creación del telégrafo se hizo necesario la conexión entre diferentes puntos del planeta, estuvieran sepadados por tierra o por agua. En 1851 las islas Británicas quedaran unidas telegráficamente a la Europa continental a través de un cable submarino, concretamente con Francia, a través del Canal de la Mancha, y posteriormente con otros puntos de Europa, llegándose finalmente a conectar con sus colonias en Africa e India.
Un ingeniero inglés, de nombre Gisborne, que en el año 1854 estaba obsesionado en la idea de colocar un cable entre Nueva York y el extremo Este de América, se encuentra, gracias a la casualidad, con un joven Cyrus W. Field, hijo de un pastor, quien ha progresado en sus negocios tan rápida y grandemente que, siendo muy joven todavía, ha podido retirarse a la vida privada con una gran fortuna. Cyrus W. Field no es un entendido sobre la materia, pero a pesar de ello pone una fe ciega en ese proyecto, hasta el punto de que mientras el ingeniero y perito Gisborne no considera sino el fin inmediato, la unión de Nueva York con Terranova, el joven Cyrus va mucho más lejos. ¿Por qué no extender ese mismo cable y comunicar Terranova, mediante un cable submarino, con Irlanda? Desde ese momento, Cyrus dedicaría todo su empeño y medios a dicho proyecto.
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